jueves, 21 de noviembre de 2013

Caín, La Esfinge Inquieta







Si tuvieras idea de tu inmenso poder
nunca estarías comiendo en la palma de nadie
y tu amor se encaminaría a la soberanía
total de tu cuerpo y de tu mente
donde gobiernas tú porque
solos venimos y desnudos volvemos
igual que nos acogió la Madre Tierra
en alguno de sus vientres sagrados
donde sin saberlo siquiera
empezábamos a celebrar el hecho
de haber nacido en un cuerpo humano







vendrían los roces entre piezas de carne
donde enloquecerían todas las sobriedades
y derramaría goce sobre toda carne
el temblor de los músculos
y la agitación de la mente
donde se pierde toda noción
que ayer nos herimos a nosotros mismos
y mientras somos dos o más serpientes
que se entrelazan como raíces de árboles
como los bucles de la Gorgona
sacando chispas con el oleaje
de almohadas, de césped
de maderos cubiertas de sábanas
y el idioma desconocido
pero sospechable, sugerible
de unos ojos que te atraviesan
te transgreden
despertando el Demonio del Terciopelo






















donde luego reinarán
nuevos olores, fragancias de la piel florecida
y los ríos que se agitan dentro de tu cuerpo
los temblores subterráneos
que luego se fugan a mi cabeza
y me hacen gritar, gritar, gritar
entre desgarrados matices
que suelto sobre tus carnes
abrasivas y luego me devuelves
el juego de ricos lenguajes
que le propone tu rostro al mío
nuestras escamas ahora
cuentan la historia del mundo
la historia de nuestros temores
y es el simbolismo
de nuestro terror primario
convertido en lo sucesivo
en el veneno purificador
en la quintaescencia
de la errancia de Caín.




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