martes, 4 de julio de 2023

No es la Oración es la Plegaria


     



Las calles de París planteaban un extraño  desafío al poeta que visitaba los bares y cines abiertos durante toda la noche, su oración se refractaba en los muros y monumentos del cementerio cuyos aullidos nocturnos hacían temblar las cortinas a lo largo de toda la calle de Melinmontant. A este lado del Sena es posible recibir todavía el beso de la Musa de los Últimos días, que va todo es trastocado de la noche a la mañana en un efluvio de Hechos Casuales como que mi experto farmacéutico pierda su vida durante uno de sus vuelos hacia Marrakesh o hacia La Ciudad Luz.

No puedes pedir en oración si eres ese feroz piloto de la aristocracia europea sabes que todo terminará muy pronto como un raudo viaje llevando los tesoros químicos a tus amigos viciosos que solo conocen de los hedonismos del Mundo Al Revés y los Paraísos Artificiales

¿Seguirán las canciones después de todo?

No puedes pedir en oración, y de pronto mil magos se levantan con una nueva lista de melodías que habrían quedado en el aire luego que la catástrofe se sentó en el trono de este purgatorio con rostros humanos. Muerto el 3 de julio dirán todos, otros dirán que me fui a un país ignoto huyendo de mi mismo y de todos los estereotipos porque no habrá ningun otro como yo, ninguno al menos en el Mar Negro del Rock and Roll y la Banda improvisada entre unos pocos amigos quienes abrieron Las Puertas:  influencias mágicas nos revisten e imbuyen a todos los seres con ojos para ver. 

No es la oración es la Plegaria, cantamos individualmente ante el refulgente mar de Luz Blanca cuyas olas se asemejan al sonido de cascabeles en las manos rítmicas del chamán. Energía eléctrica: así nos empezaron a juntar a todos en el Teatro Magnético, dónde podríamos ver en todo su esplendor el espectáculo de luces y de sombras como la forma más sutil de adorar a Dionisos. 

La Nueva Ciudad parece un cuchillo enfundado y no sabré cuál será su emboscada contra el Oso Grizzly de Barba Descuidada, el anciano Sátiro Sabio que vive sus días más extraños en el Teatro Vivo a Orillas del Sena. Barrio Latino, sector de poetas con camisas planchadas por el trasnocho y conos de papel con papas fritas que se apresuran a escribir unas líneas en la próxima banca o incluso a soltar su mejor frase ante la primera mujer que encuentran, no se son parisinos y pueden llegar a ser presuntuosos.

Vuelvo a casa, a mi nueva casa el lugar al que me trajo la serpiente con algunos nuevos ocupantes como ecos moribundos de la Nueva Ola, creo que descubrimos resplandores que apenas celebran los habitantes de esta solemne república, fuimos reyes con los Músicos Maestros de la Banda y nuestra melodía conocerá los rostros en éxtasis que en sueños vimos, juntos logramos cosas en el desierto y de esos cactus de inmortalidad ni la muerte que hace bellos cadáveres de guerreros. Y poetas. 


¿Sigue brotando como un río de vino la fuente de mis primeros movimientos?








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