sábado, 1 de mayo de 2010

En Brazos de una Gitana




Seguro que atravesar el desierto español, me hizo tener espejismos.

Me vi entre las candilejas parisinas con Carmen que se había robado toda mi vitalidad: luces y lentejuelas, molino rojo donde triunfan los verdaderos aires gitanos. Danza macabra que hace asustar las hadas de mi pecho, oh Carmen, insensato impulso mío de pecar con tu recuerdo, me hizo tal daño tu alejamiento que me ví ahogarme en licores y aires viciados.....hasta los mares ya me son ajenos, voy en pos de Asturias y todo aire de guitarras húngaras.

El oro del desierto esconde muchos de tus secretos, mujer ojirasgada y morena, color de aceituna que envenena mi caminar por estos planos que me son tan ajenos: fierros retorcidos que rechinan, latex que se azota infernalmente en la calzada. Me cuesta arrojar a la basura ese cabello y esos dientes que luces como la blanca Berenice. Me quedaron los paños de seda árabe que me dejó esta fiera de andanzas y hacer trizas corazónes, cuerpos, reinos. Como las reales beldades que facilmente viajan a otros planetas, aquellas que levitan y se adornan con un tercer ojo en la frente: resumen de energías contenidas, gestionadas en la pureza a que conllevan esas noches de maraquilla y flamenco taconero.



Apenas la cohorte de piratas, corteses y pizarros retiene un lejano perfume de los dialectos magyares. Suerte nuestra ante el sacrificio de bola de sebo, precea requerida por las ingles de los militares napoleónicos: nacerán hijos de la luna, de la luna republicana. Pero de eso prefieres ignorarlo con desden, tanto así que te reservas para embrujar a hispánicos reyes. En impúdicas soledades entregas a los habitantes de la noche, las primicias ante las que actua el aciago Asmodeo. Por una noche de claroscuros gitanos el rey perdió su alma.

Por su parte los generales pierden su cabeza por el ciclón lúbrico de la hembra tsigana, solo le basta atisbar desde castillos en los que se infitra aquellas devociones enfermizas que produce la danza gitana. Herodes mismo sucumbió ante la mañosa Salomé y por el trabajo de sus caderas rítmicas el monarca entrego cabeza de profeta: no caben en una misma ciudad la homicida adúltera y el Bautista, uno de los dos se vá y de paso el reino es distorsionado, minimizado. Es preciso que el rey quede fuera de juego una vez se sumerge en los mares gitanescos.



Cármen, Cármen la de paso siempre aventurero, uno de tus devotos es el viento que te lleva y trae. Recibes siempre la risa cantarina de tu gente.

Me declaro débil, mesmerizado ante las volutas de incienso y oleajes de benjuí, ante las sugerencias que en mi reclaman tus violentos, cálidos rincones.

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